lunes, 13 de diciembre de 2010

Coches que me gustan (1)


Estoy pensando seriamente en comprarme un coche, este me gustó mucho, espero que algún día arranque, me refiero al coche.

martes, 16 de noviembre de 2010

Taller de Planeación Participativa 2010 para la Zona de Monumentos y el Centro Urbano de la ciudad de Puebla





Taller de Planeación Participativa 2010 para la Zona de Monumentos y el Centro Urbano de la ciudad de Puebla

El día sábado 27 de noviembre de 2010 se realizará un Taller de Planeación Participativa para realizar la actualización del Plan Parcial del Centro Histórico de la ciudad de Puebla, para ello, se requiere el apoyo de los vecinos del Centro de nuestra ciudad, de los barrios antiguos y de las colonias aledañas a la Zona de Monumentos para conocer sus inquietudes y propuestas.

La planeación requiere de la participación. Por eso les pido que nos ayuden a la difusión de esta convocatoria.

Si eres vecino de alguno de los barrios o colonias enlistados acude, la invitación es abierta. Si no lo eres pero conoces a alguien que sí lo sea, avísale de esta convocatoria.

Si tienen dudas o comentarios, estamos a sus órdenes. Pueden mandarme un mensaje o escribir alguna nota al final de esta página.

Gracias.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Calaverita: Hugo Leicht, autor de “Las calles de Puebla”

El doctor Hugo Leicht anda de vuelta
recorre las calles de Puebla
tomando nota casa por casa
buscando recuerdos en cada plaza.

Pero no va solo en su andanza.
Pues a la Muerte le agradó la idea:
acompañar al Doctor todo un día
a recorrer la ciudad que describiera.

No entiendo la necedad de dedicar tu vida
a estudiar un lugar que tuyo no era:
Eres alemán, Hamburgo es tu tierra.
¿Qué le viste a un sitio de calles tan rectas?

Señora, le corrijo, para que quede constancia eterna:
A Alemania no la niego, ahí nací, es mi bandera
pero de México se impregnó mi esencia
en especial de esa vieja y misteriosa puebla
de alados alarifes y monjas cocineras
de orfebres cañoneros y familias insurrectas.
Donde andando por sus calles descubrí las arterías
de un corazón vuelto ciudad, hecho de historias.
Cada uno elige lo que quiere ser, porque lo goza:
¡Me siento poblano porque me da la gana!
Porque en mi lecho de muerte extrañaba
a los amigos que se volvieron mi patria.

Doctor, no se enoje, tan sólo una pregunta era.
Mi curiosidad se expresó muy brusca
pero comprenda, rara vez a la calle salgo acompañada
y entablar una plática, para mí, es forma extraña.

La entiendo, yo soy quien pido disculpas
tan amable es usted, toda una dama
cumpliendo la voluntad, la última
de un muerto vuelto un alma.

Dejemos de lado las sobradas formas
y andemos, que por una vez tendré guía.
Andemos por las ortogonales vías,
esas que dicen que hasta a los ángeles inspiran.

A los dos les salieron pies, a ella con calzas
y al hombre los siglos en botas muy gastadas.

Del Barrio de Santiago salen a una avenida
de La Paz antes, de Juárez ahora.

Este olor es del fondo de la tierra, me agrada
a los mortales les choca, pero a mí me reconforta
supongo que va por túneles y cavernas
aromatizando, es el agua sulfurosa.

Recuerdo que la gran avenida estaba vacía
pero el aroma es el mismo, apenas unas casas había
y ahora son bares restaurantes cafés y cantinas
nada de esa ciudad que a las nueve dormía.

Y caminando siguieron su ruta
el Doctor indicando que monumentos faltaban.
Luego a la gente preguntaron por una alameda
que se enteraron que el Paseo Bravo ya era.

Leicht notó que la ciudad llena de escolares estaba
y que en vez de carros tirados por mulas
en atestadas cajas metálicas con vidrios viajaban,
no te asustes, son microbuses, le dijo la parca.
Anda, subamos a uno, el miedo deja atrás
que somos inmortales y nada nos puede pasar.
Pero el susto fue mayúsculo al abordar.
Ahora la Muerte sabe porque no descansa,
en cada vuelta los choferes a la vida retan.
Ya no aguanto, Hugo, por favor, pide la bajada.

Y descendieron con las costillas expuestas,
se lamentaron de su suerte funesta.

Caminemos, así es más fácil al zócalo llegar
que las calles son sencillas y la numeración recta.
Faltan edificios, lo puedo notar
pero también veo que rescataron más.
Es un criterio extraño difícil de razonar.
¿Por qué a algunos conservan
y otros se empeñan en derrumbar?
¿Qué intentan rematando un piso más?

Y la Avenida de la Reforma se llama igual
la suma de Guadalupe, Hospicio, Miradores, Cholula y Zaragoza
comercios oficinas escuelas bancos en lugar de casas
antesala del Zócalo y los Portales, del centro de la ciudad.

De 1930 a la fecha
la ciudad ha cambiado entera,
se dice el Doctor mientras mira por un zaguán,
ahora las fuentes son ornamento y no necesidad.

Hay más esculturas en el zócalo que debo anotar,
y árboles que la botánica estudiará,
los faroles son dragones de una mitología nueva
vigilados por ángeles que a la catedral rodean.

Ahora hay música y mesas en cada portal,
algunas calles son de cemento en vez de piedra,
hay automóviles en vez de carretas
y peatones que el cambio de luces esperan.

Y dice el doctor mientras a la Muerte observa:
Sabes que amo a mi añorada angélica,
que me niego a ser turista en mi tierra,
pero se que me esperas
que nomás hoy, por unas horas
me dejarás contemplar disfrutar
volver a caminar
y reescribir las calles de Puebla.

martes, 7 de septiembre de 2010

Hoy no me quiero levantar, mañana tampoco

De niño creía que pasar todo el día acostado en mi cama era divertido, imaginaba ser un minero que exploraba las cuevas formadas por mis sábanas, hasta que las manos de mis padres entraban como enormes brocas y rompían ese encanto.

Pero el juego dejó de ser divertido en la adolescencia.

La preparatoria fue el ambiente donde tuve los primeros esporádicos y evidentes desánimos para no levantarme: retardos, malos humores, plantones a amigas, peleas con amigos e invenciones de enfermedades servían para quedarme más tiempo en la cama, era una repentina pesadez que no alcanzaba a volverse sueño. En la universidad comenzaron las inasistencias y los pretextos para entregar los trabajos fuera de tiempo. Entonces no le di mayor importancia, pensé que era flojera, porque a pesar de todo sí me podía levantar, obviamente cuando terminaban el dolor de cabeza y el lagrimeo en los ojos.

Pero un día, ya egresado y siendo un solícito empleado, simplemente no me pude levantar. Era como si algo dentro de mí se opusiera, empujándome contra la cama, una pelea desgastante que perdí. No fui a trabajar. Fue hasta pasado el mediodía que me levante con muchos esfuerzos para ir al baño. En el espejo vi un rostro muy demacrado, no sabía qué pasaba. Entonces me senté en el sillón y me quedé ahí el resto del día. Dejé que el teléfono sonara con insistencia, luego revise el celular y vi muchos mensajes almacenados que no tuve intención de responder. Regresé a la cama y dormí. Era sorprendente que estuviera tan cansado a pesar de no haber hecho nada en todo el día.

El amanecer siguiente fue casi igual, con la salvedad que esta vez sí me levanté. Fui a la oficina, desaseado y en ropa deportiva, nomás para esperar la hora de la salida. Mis compañeros me vieron con burla, seguro pensaban que estaba borracho, por fortuna era viernes. Regresé a casa y me fui a la cama de inmediato, permanecí quieto, acurrucado, con los ojos abiertos. Esa vez rompí mi marca personal: pasé la tarde del viernes y el sábado sin levantarme. De nuevo el dolor de cabeza, los ojos llorosos y una extraña melancolía sin motivo. Por la noche mis padres, evidentemente preocupados, me levantaron con muchos esfuerzos y me llevaron al médico. Este les dijo que no era un malestar físico, pero que era necesaria la ayuda de un especialista. ¿Pero cómo encontrar un psicólogo o un psiquiatra disponible el sábado por la noche? Afortunadamente en un país de locos quedan unos que no lo son tanto, o se controlan, para atender a los emocionalmente enfermos. Una vieja conocida de la familia, médico, estudió también la licenciatura en psicología y una maestría en psicoterapia. La fuimos a ver de emergencia, es muy extraño decirlo, y estando a solas me dijo: padeces depresión.

¿Depresión? ¿Qué demonios es eso? ¡Cosa de locos! ¡Pretexto de los flojos para no trabajar! ¿Depresión? ¡No me fastidien! ¡No me gusta que me incomoden con esas cosas! Maldije la mitad del tiempo de la consulta.

Y en verdad terminé incómodo, bueno, no sólo yo, también algunos cuantos millones de mexicanos. Porque según me dijo mi nueva terapeuta, cuando lo digo me imagino ser una persona de primer mundo, las estadísticas oficiales calculan que más de diez millones de mexicanos padecen depresión en diferentes grados.

¿Una de cada dos familias del país viviendo con un familiar así? ¡No puede ser posible!, comenté.

Las cosas pueden suceder sin que te des cuenta, me dijo la psiquiatra y psicoterapeuta, esa es la cifra oficial aunque algunos especialistas, psicólogos y psiquiatras, creen que entre cuarenta y ochenta millones de mexicanos padecen algún trastorno depresivo y muchos de ellos ni siquiera lo saben, remató.

¿Y si es una enfermedad? ¿Cómo se cura? ¿Qué medicamentos deben consumirse? ¿Debo ir a terapia? ¿Así pasaré el resto de mi vida? ¿Qué?

En mi caso, la ayuda vino de la psicología reforzada con la medicina. Suena extraño decirlo conociendo el debate que existe entre ambas ciencias para abordar el tratamiento de lo que unos consideran un síndrome y otros una situación individual.

Y de nuevo la confusión.

Entonces, ¿qué es la depresión?

Partiendo de la definición más general posible, consultando el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española tenemos: en psicología, síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos.

Bueno, ¿y qué es un síndrome? Conjunto de síntomas característicos de una enfermedad. ¿Y síntoma? En Medicina, fenómeno revelador de una enfermedad. Ah, cada vez entiendo menos, entonces ¿qué es una enfermedad? Alteración más o menos grave en la salud.

Si los psiquiatras la refieren como un síndrome o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera afectiva (tristeza patológica, decaimiento, irritabilidad o trastorno del humor), los psicólogos la refieren como la descripción de una situación individual mediante síntomas que sumados no forman un síndrome, sino que son conductas aisladas que, si acaso, establecen relaciones entre sí estableciendo una mera descripción de la situación del sujeto, como un aprendizaje desadaptativo basado en el ambiente o en el contexto. Fácil de transcribir escribir pero difícil de entender.

Ambas son definiciones complejas que, pecando de simplistas, bien pueden referirse a un conjunto de malestares físicos con repercusiones emocionales (psiquiatría) y/o a situaciones emocionales que se manifiestan en malestares físicos (psicología). Como si una fuera el reflejo de la otra.

Si bien el consenso actual tiende a definir a la depresión como una enfermedad, en mi experiencia personal me queda claro que no es un “mal pasajero” que los medicamentos eliminen, sino que es una constante, es decir, un estado que afecta la esfera afectiva en variables estados de tiempo, es decir, un síndrome.

¿Cómo contrarrestar un síndrome biológicamente determinado por un desequilibrio bioquímico del cerebro? Con un tratamiento farmacológico que ayude a la persona a recobrar el equilibrio en el funcionamiento de los neurotransmisores, probablemente dirían los médicos, perdón, los psiquiatras.

¿Cómo atender a fondo a una persona con conflictos emocionales y/o mentales? Estableciendo un proceso de comunicación con la intención de mejorar su calidad de vida a través de un cambio en su conducta, actitudes, pensamientos o afectos, probablemente dirían los psicólogos, perdón, los psicoterapeutas.

Pero a veces el problema es más complejo. La marcada propensión al suicidio, no siempre visible, de algunas personas obliga a un tratamiento farmacológico y psicológico conjunto. Más complejo aún, aunque afortunadamente hay maneras de abordar el problema.

El punto importante es que hay personas afectadas tanto en su estado emocional como en su estado físico, debilitándose día a día, que requieren ayuda profesional de una, de otra o de ambas ciencias.

Si en mi caso hace algunos años me auxilié con medicamentos derivados de la fluoxetina, como el Flouzac o el Prozac, poco a poco las terapias ocupacionales han ganado terreno.

¿En verdad no existirá una cura? No lo sé, mientras tanto disfruto de escribir, de pintar, del cine y de caminar.

¿Qué si de vez en cuando me acuerdo? Sí, aunque evito afligirme levantándome de inmediato de la cama.

Y a veces me pregunto queriendo negarlo, ¿en verdad seremos tantos depresivos?

Marzo de 2010


domingo, 8 de agosto de 2010

Manzana

Dulce es el sabor

del placer del destierro:

la manzana.

Biblioteca

Tácito el diálogo
andando entre papel
y oyendo letras.

domingo, 25 de julio de 2010

Como el vidrio

La lluvia lavará tus lágrimas sin tallarte los ojos. Será la única manera en que el mundo no te pedirá verlo de frente.

Bob Marley - One Love (spanish subtitles)



Hermosa canción de Bob Marley.

The Bluebeats- Dance with me



Ya no me acordaba de este tema que me gustaba mucho hace algunos años, Ska.

jueves, 22 de julio de 2010

Monstruos bonitos

"De donde vienen los monstruos" ("Where the wilds things are") es la adaptación cinematográfica del cuento infantil del mismo nombre escrito e ilustrado en 1963 por Maurice Sendak. El libro es ya un clásico, que sigue ganando adeptos y gustando a niños y adultos. Una lástima que en México la película tuvo poca difusión en cartelera, valdrá la pena esperar el DVD.


Where The Wild Things Are Trailer 2 HQ (Alta Calidad) Subtitulado

Where The Wild Things Are

Where The Wild Things Are - Early DISNEY CG Animation Test

Where the Wild Things Are

domingo, 18 de julio de 2010

Retorno

Es tiempo de retomar la escritura:

despertar a chingadazos a mis demonios

para no madrear gente en el mundo real.

He escrito.

jueves, 3 de junio de 2010


JUEVES DE LECTURA EN SOGEM PUEBLA

Lectura de Cuento y Poesía

Presentación:
María Elena Flores Félix

Participan:
Emma Flores Flores
Tzuyuki Flores Romero
Miguel Omar González
María del Carmen López Pérez
Elizabeth Nava Munive

10 de junio de 2010, 18 hrs
IMACP, 3 norte 3, Centro. Puebla.

lunes, 31 de mayo de 2010

El beso

El universo
colapsa con un beso:
silencio eterno.

domingo, 30 de mayo de 2010

Navajas

Extraño el filo que de nuestros labios recorta la curiosidad de los que quieren conocerse, es el mismo lado de la navaja que rebana el viento para que se encuentren nuestras miradas y se junten nuestras manos. Ese filo nos ha dejado expuestos, esperando que nos cubra un beso.

viernes, 28 de mayo de 2010

Chicle

Como el tiempo
al máximo estirado...
mascado, inflado.

jueves, 27 de mayo de 2010

Haikú

Tengo tres líneas
para guardar imágenes
sin usar cámara.

domingo, 21 de marzo de 2010

NOTA URGENTE

Este blog está en paro técnico, hasta nuevo aviso reanudamos actividades.

domingo, 10 de enero de 2010

¿Por qué chingaos escribo?

(Este texto fue publicado originalmente en el blog de los alumnos de la escuela de SOGEM en Puebla el lunes 28 de septiembre de 2009, http://escritoressogempuebla.blogspot.com/).
La verdad es que el hábito de la lectura es de familia, mis papás leen y mucho, por eso desde niños mis hermanas y yo hemos estado habituados a tener libros, comprar revistas y periódicos casi todos los días.

Tuve infinidad de libros infantiles, mis papás me los regalaban constantemente. Tenía libros de recortar, de iluminar, de acertijos, de cuentos ilustrados y de tremendas “letrotas”, historias meramente infantiles, de aventuras y novelitas cortas muy entretenidas. ¿De los que más me acuerdo? “El Principito”, todavía conservo ese tomo que pasó de mi hermana a mí, luego a mi otra hermana a la que luego se lo arrebaté nomás para conservarlo. Los libros que edita el Fondo de Cultura Económica también son muy buenos, por favor cómprenlos.

Deben saber que soy disléxico, depresivo y con tendencia a la violencia, desde niño he sido cliente constante de terapeutas, psicólogos y psiquiatras, he sido y soy chico Prozac, así que una de las recomendaciones constantes de todos ellos ha sido hacer labores creativas para ocupar mi cerebrito pues.

Para mejorar mi dicción, mi papá me hacía leer en voz alta el periódico los fines de semana, no sé si hayan notado que también tengo un problema de dicción, si no, ya lo saben.

Mi papá es de contrastes, así como nos obligaba a leer también nos llevaba a los partidos de futbol, al beisbol y a ver el box por la televisión, el y yo somos capaces de hablar de un libro en los descansos entre rounds.

Mi mamá es más tranquila y analítica, con ella es más fácil platicar porque por lo menos escucha.

¿Saben que me gustaba mucho leer cuando era niño? A “Boogie El Aceitoso”, su tira cómica salía en la última hoja de la revista Proceso allá por los ochentas. Otra de mis favoritas era Mafalda y Garfield, eran unos libritos rectangulares que mis papás nos compraban en Librerías de Cristal, esos los compartía con mi hermana. Y como fomento a la diversidad, cada semana compraba revistas de Lucha Libre.

De adolescente me daba flojera leer, me sentía forzado a hacerlo, en parte porque mi papá me obligó a leer “La Sombra del Caudillo” de Martín Luis Guzmán a los 12 años, ¡imagínense!, aparte de que en esa etapa pues la verdad prefieres pasar tiempo con tus amigos y hacer todo lo posible por sentirte integrado, y leer no era algo muy popular que digamos, ahora no te ven mal por leer Harry Potter o Crepúsculo, pero en fin, esa es otra historia.

Desde niño hay una canción que me gusta mucho, “Sueño con serpientes” de Silvio Rodríguez, empieza con la cita de Bertolt Brecht sobre los imprescindibles, ¿saben cuál?, bueno, el punto es que a partir de eso supe que había poesía más allá de la que venía en “El tesoro del declamador universal”.

Pero la verdad, el libro que más me impactó que leí en esa época fue “El Lobo Estepario”, lo leí a los 15 años y la verdad no entendí nada, como sea, eso me dio pauta para la curiosidad. El ejemplar que tengo de ese libro es el mismo que mi papá leyó cuando estaba en la universidad, dice que fue su primer libro ajeno a los de la escuela.

¿Saben a quién leíamos mucho también cuando éramos niños mi hermana y yo? A Elena Poniatowska, prácticamente le arrebatábamos los libros a mi mamá recién terminaba de leerlos.

También de niño leí a Juan Rulfo, y todavía sigo impactado de haber conocido Comala, como dijo el buen Memo Vega: “no mames, todos están muertos”.

Y Rius, todo Rius.

¿Escribir? Pues no mucho, apenas lo estoy tomando como hábito.

Dicen que de niño escribía unas composiciones bien chingonas, casi como si fueran ensayos, pero ya saben cómo son las mamás, y más la mía.

Sufrí tres injusticias en los tres niveles de educación básica, en la primaria me rechazaron un poema porque dijeron que no creían que yo lo hubiera escrito, en la secundaria igual y en el bachiller decían mis compañeros que fue una injusticia que no ganará el concurso de calaveras literarias, y la verdad es que no le caía nada bien a la maestra que organizó el concurso, aun así, la directora me pidió que pasara al frente el día de la premiación, ya en corto me dijo que también consideraba injusto el que no hubiera quedado en los tres primeros lugares.

Y dejé de escribir porque no le veía sentido, no le veía ninguna gracia.

Terminando la universidad fue cuando decidí tomar un curso en Casa del Escritor, se llamó “Literatura y Decadencia”, con Andreas Kurtz, pero no escribí nada porque no supe que escribir, lo bueno es que leí de a madres, un chingo de decadentistas, modernistas, naturalistas y sepa la madre que istas más. La verdad estuvo chingón el curso.

Luego tomé uno de ensayo, otro de cuento, pero nunca los terminé.

Y fue hasta este año 2009, que entré a SOGEM y comencé a escribir más en forma.

Si no escribiera, a algunos de ustedes ya los hubiera encontrado en algún bar, nomás que con los hombres ya me hubiera agarrado a chingadazos y las mujeres ya me hubieran mentado la madre. Leve diferencia.

jueves, 7 de enero de 2010

De lo que me propuse hacer y cumplí o no cumplí en el 2009

A fines de 2008 hice mi lista de buenos propósitos para el 2009, en ella dejé de lado los enunciados rutinarios del tipo “ahorrar dinero” (ahorre poco, pero me sirvió para pagar algunas tarjetas de crédito), “pagar deudas económicas” (ya mero termino), “no despilfarrar dinero” (sin comentarios, de vez en cuando hay placeres irremediables, pero fueron más prudentes, afortunadamente), “bajar de peso” (porque subo y bajo kilos peor que Bolsa de Valores, con la diferencia que en el 2010 si debo hacerlo), “hacer ejercicio” (porque forzosamente debo hacerlo para eliminar el dolor de mi espalda) y demás linduras por el estilo. Por cierto, nuevamente me recomiendan que deje la Coca Cola, el café y los chocolates, pero simplemente esos ya son vicios. Ni modo.

Esta fue mi lista del 2009, en negritas resalto que tal me fue con cada propósito:

1. Ser más tolerante con mis hermanas que cuando llegué a viejo no tendré a quien recurrir cuando necesite un riñón, un hígado o sangre de mi tipo. Mis sobrinos me quieren mucho, con eso me conformo.
2. Leer un libro al mes, completo, uno a la vez, nada de dejar varios con separadores y anotaciones que quedan pendientes y amontonándose en todos lados. Tuve que hacerlo, el diplomado de SOGEM así lo exige, y no nada más uno, a veces eran hasta cuatro libros al mismo tiempo.
3. Buscar a los viejos amigos y recordarles que sigo vivo. Cumplido, en la mayoría de los casos los resultados fueron favorables, en los que no, ni modo, tengo el 2010.
4. Escribir más seguido en el blog. Cuatro blogs, uno propio y tres como invitado, aparte de los enviciantes facebook y twitter.
5. De vez en cuando ir al cine, no importa si sólo ó acompañado. Fui poco, lástima, pero me divertí sobremanera cuando lo hice.
6. Practicar y practicar la fotografía y el retoque digital. Muy poco, la escritura ganó paso este año.
7. Aprender a bailar, eso sí que es difícil, bueno, al menos la vergüenza ya la perdí. Sigo bailando mal, pero ya sin tanta vergüenza.
8. Golpear solamente el costal de box, nada más. No pude, no pude y creo que no podré. ¡Es que hay cada persona!
9. Recordar que los intelectuales son personas y no aventarles café hirviendo en la cara para acelerar su proceso creativo ni tampoco golpearles la cabeza tan fuerte, nomás levecito. Por lo menos ya no les aviento el café.
10. Aprender a hacer animación digital. Intenté, me salieron algunas cosas pero no lo he retomado.
11. Tomar algún curso en la Casa del Escritor o la SOGEM. Diplomado de Creación Literaria de la SOGEM en Puebla, no tenía idea en lo que me había metido.
12. Procurar ir a una que otra exposición artística o al teatro (verificar disponibilidad económica para esto último). Si fui, no con la frecuencia que me hubiera gustado, pero en fin, por algo se empieza.
13. No golpear en el hombro ni la espalda a las personas después de saludarlos con la mano, que no todos resisten igual que los albañiles y los policías. No pude, estoy entre varios mundos, los albañiles y los policías son dos de ellos.
14. Actualizar más seguido el playlist del i-pod, que la computadora no tiene sólo 100 canciones. Lo hice, pero también me di cuenta que mis canciones favoritas no exceden la centena.
15. Hacer un esfuerzo económico e ir de vez en cuando a una función de lucha libre. Hecho, no como hubiera querido. ¡Conocí al Undertaker y a Rey Mysterio!
16. Comprar más películas piratas de cine mexicano, pero de videohomes y setenteras-ochenteras de ficheras, cabrito western y demás de ese tipo. Cine cabrón, pero cabrón en serio. Cada vez crece más y más mi colección.
17. Leer un poco más la Biblia (es en serio). Leve, despacito.
18. Hacer maquetas y demás modelos a escala, si no puedo gobernar una ciudad, al menos me crearé una. No importa que tan pequeña sea. No lo cumplí, me quede en los puros bocetos.
19. Terminar el montón de bocetos para pinturas, dibujos y demás proyectos que tengo arrumbados, poco a poco. Sigo teniendo pendientes, algunos desde el 2005.
20. Ser un poco más paciente y tolerante. No pude, ¡hay cada persona que desearías le pusieran un bozal en la boca!

miércoles, 6 de enero de 2010

Muchos cigarros, poco refresco y más alcohol

Dos sujetos entran a la cantina. El primero es un anciano, delgado, cubierto con un gran abrigo color negro, un sombrero tipo bombín le queda grande y le tapa la cara, lleva lentes oscuros. Le sigue un joven robusto, casi de la misma estatura, también va vestido de negro, lleva un traje con un saco de terciopelo, lentes con un grueso armazón de pasta y cabello casi a rape. Entran apurados, intentando pasar desapercibidos. Ocupan la primera mesa pegada a la salida, el viejo queda de espaldas a la pared, escondido, el joven queda frente a él, atento a la puerta, vigilando. El lugar es pequeño, siguen acomodando las sillas, apenas han terminado de lavar el piso con detergente y amoniaco, el olor es penetrante. Es el cantinero quien los atiende.

—¿Qué van a tomar los caballeros?

—Maestro, ¿qué le apetece?

—Yo nomás quiero una Coca Cola fría, mejor helada. ¿Se puede fumar acá?

—No, discúlpeme, está prohibido.

El joven saca su cartera, deja los billetes en su lugar y vacía el tarjetero. Toma dos credenciales, una se la muestra discretamente al cantinero a la vez que le guiña el ojo, por respuesta recibe una sonrisa cómplice.

—Bueno, nomás tengan cuidado, procuren no excederse en el humo.

—No se preocupe, el señor es el único que fuma.

El viejo abre la cajetilla, toma su encendedor y prende el cigarro.

—¿Entonces nada más traigo la coca fría?

—No, no, a mí tráigame un whiskey doble, sólo, sin hielo, etiqueta negra por favor.

Una gran fumarola sale de los labios del señor, es tan grande que distrae al joven y no ve cuando el cantinero se aleja.

—Esa cosa que pediste es muy fuerte, te va a embrutecer.

—¿Perdón? ¿Qué dijo?

—Nada, olvídalo, ya para qué.

—Aquí tienen señores, están servidos.

—¿Y el cenicero?

El cantinero saca de la bolsa izquierda de su mandil uno de vidrio que pone sobre la mesa.

—Gracias.

Ambos beben, el vaso de Coca Cola está casi lleno, el de whiskey va a la mitad.

—¿En serio no gusta otra cosa? ¿Un tequilita, una cervecita, una cuba?

—No, no, no. Créeme que así estoy muy bien —lanza otra fumarola y suspira—. Ya es suficiente con el fastidio del vino que se sirve en esas recepciones —de nuevo suspira—. Oye, te agradezco mucho esta escapada, el evento en la Universidad me dejó fastidiado, siempre me hacen las mismas preguntas y siempre doy las mismas respuestas. ¡Carajo! ¡Si nomás son unos libros! ¡No hay más!

—Maestro, entienda su condición de ícono de la literatura, es innegable que usted es un ídolo —vacía de un sorbo su whiskey—. ¡No todos los días viene gente como usted a esta ciudad! ¡Cantinero! ¡Sírvame otro igual!

—¿Tu también escribes?

—Este, pues sí, eso intento —contesta apenado el joven—. Ando empezando, pero pues, nomás no puedo publicar nada.

Por primera vez el viejo sonríe, le da otro sorbo a su refresco.
—¿Qué edad tienes?

—Veintinueve Maestro.

—¿Y de qué te preocupas? —se ríe—. Aflígete si en dos años sigues igual, por lo mientras, te recomiendo que no dejes tu trabajo, es más, nunca lo hagas —suelta una carcajada—. Tu síguele escribiendo —enciende otro cigarro—. ¿Y quién es tu escritor favorito?

—Pues Usted —responde apenado.

—¡Ay no me chingues cabrón! ¿Tú también vas a empezar?

—No, no, Maestro, no se moleste, no es mi intención incomodarlo, créame. Por eso lo saqué por la puerta del tercer patio, lo vi cansado.

—¿Y qué? ¿Quieres que te firme un libro, una servilleta o qué chingaos?

El cantinero llega con otro vaso de whiskey, el escritor consagrado prende un cigarro más y el aspirante revisa sus dos celulares y el radioteléfono.

—¡Tranquilo! No quiero que me firme nada. Nomás brindemos. ¡Salud!

—¡Perfecto! Hasta que encuentro a alguien en este día que no me llega apuntando con un lapicero. ¡Salud!

El silencio es tan breve que no da tiempo de recordar cuentos.
—Bueno, ¡ya! ¿Cuál es el próximo evento?

—La recepción en casa del Gobernador y en la noche una cena de gala en el Palacio Municipal.
—¡Válgame Dios!

Suena un radioteléfono, contesta el joven.

—Sí, estoy con él. Todo bien, todo bien. No Jefe, entiendo que debí avisarle. Sí, sé las consecuencias. Ya entendí. Mire, estamos aquí sobre la cuatro sur, casi esquina con la once. ¡Ándele! Sí, cerca de la mueblería. ¿Qué tiene de malo? El estuvo de acuerdo en venir aquí. Perdón, créame que no le alcé la voz. Está bien, aquí esperamos.

—¿Qué pasó? ¿Ya nos vamos?

—Nomás se va usted, yo no puedo acompañarlos, los del gobierno estatal tienen otro dispositivo de seguridad. Hasta aquí llego —de un solo trago bebe todo el whiskey del vaso, a la vez que suena insistente un claxon—. ¡Ya llegaron! Vamos, lo están esperando —el joven deja dos billetes en la mesa y se despide del cantinero alzando la mano —. Fue un placer conocerlo.

—Ten tu sombrero y tus lentes, muchas gracias.

El custodio aspirante a escritor no deja que se los quite.

—No, se los regalo, tengo la leve sospecha que le harán falta. Cuídese.

La Suburban negra arranca, los vidrios polarizados no dejan ver al joven cuando el escritor voltea y se despide sonriendo. En la mesa queda una cajetilla roja semivacía de Pall Mall.