sábado, 31 de enero de 2009

Sabadito chambeador.

Tenía meses que no sucedía:

Para empezar, sábado, de inicio de puente.

¿Trabajo pendiente? Sí, bastante, pero no de urgencia apremiante, eso sí, si no lo hago, en la semana se me junta con más atrasos y no lo termino.

Musiquita, mucha, variada.

Habitación amplia, desordenada, curioseando papeles viejos y encontrando sorpresas.

Y luz natural entrando por las ventanas.

Y dicen que no veo televisión (1)…

Transcribo una plática que tuve hace unos días cenando en casa con mis papás:

Mamá: ¿Y tú le ves importancia a eso que tanto anuncian en la televisión?
Yo: ¿A qué?
Mamá: A eso del futbol, lo del domingo…
Yo: ¿El super tazón?
Mamá: ¿Qué?
Yo: Bueno, super bowl…
Mamá: Aja, eso que están las dos televisoras promueve y promueve…
Yo: No, no le veo caso.
Mamá: ¿Sí verdad? Parece que no tuvieran nada más que hacer…
Yo: No le veo caso porque no jugarán los Vaqueros de Dallas, por eso no le veo ningún sentido…
Mamá: ¿…?
Papá: (ji ji ji)
Yo: …

Así que espero que en este 2009, este equipo:
Al menos pase a playoffs…

Y que en el 2010, ya mejor preparados, queden campeones de su conferencia para que en el 2011 jueguen la final de la liga aquí:


Y pueda volver a escribir Super Bowl, así tal cual.

A fin de cuentas, soñar no cuesta nada.

domingo, 25 de enero de 2009

The Wrestler.


Tenía tiempo que una película no me había dejado esa extraña mezcla de satisfacción y tristeza, que me hiciera permanecer sentado y esperar que terminarán de pasar los créditos para asimilar lo que había visto; de aguantar la emoción y de inmediato contarle a quien sea “hey, acabo de ver una película chingona, poca madre, debes verla”. Y si sueno exagerado por lo que escribo es por dos cosas: la primera, porque soy un fanático de la lucha libre, de la modalidad y nacionalidad que sea, y la segunda, porque la historia de Randy “The Ram” Robinson –interpretado estupendamente por Mickey Rourke- no puede ser tan más humana, que resulta metafórica para contar como nos hemos sentido en alguna parte de nuestra vida.

La sinopsis es esta:

Un luchador veterano, cuyas mejores épocas y glorias fueron veinte años atrás, hoy debe sobrevivir trabajando en pequeñas empresas independientes complementando sus gastos con un trabajo de tiempo parcial en un supermercado. Las condiciones laborales en las que compite son tan ínfimas y acordes al salario que recibe, no así el cariño y respeto que sus colegas y fanáticos le tienen. Afuera del ring, en la calle, en su empleo en la tienda, en el remolque que alquila, es una persona cualquiera cuyos únicos pasatiempos son jugar un viejo Nintendo, ir al table dance para solicitar bailes privados y platicar con su amiga Cassidy –la talentosa y muy bien conservada Marisa Tomei- y ver pasar el tiempo.

Después de una lucha hardcore –donde se permite utilizar utensilios punzocortantes- sufre un paro cardiaco y le es colocado un bypass, seguido con el consejo del médico de dejar de luchar para no morir. Ante esto, decide arreglar la situación con su hija, que tiene varios años sin ver, e intentar iniciar una relación estable con Pam, que no es otra más que la desnudista Cassidy, madre soltera de un hijo de diez años. Pero las buenas intenciones solo quedan así, arruina las cosas con su hija al olvidar cenar con ella apenas en su segundo encuentro, Pam rechaza empezar una relación alegando que no puede salir con los clientes del establecimiento y el trabajo en el supermercado resalta por su monotonía y la rutina de ceder a los caprichos de los consumidores. A partir de ahora solo será Randy. “The Ram” será sólo un recuerdo en algunos aficionados que se sorprenderían de saber que se trata del dependiente que corta la carne detrás de un mostrador.

Pero la espina sigue clavada, extraña la lucha libre y se da cuenta que lo único que tiene por vivir es eso: seguir siendo luchador, sin importar que el precio sea su vida, lo único que hay que hacer es mandar todo al diablo. Sólo una lucha, la más grande, con el mejor rival, sin acompañantes en su esquina, sólo, como en su vida, diciéndole al despedirse a la persona que pudo haberlo amado “el único lugar dónde puedo salir herido es afuera”.

Extraordinaria historia, bien contada, los juegos con la cámara nos hacen sentir parte de la dinámica y el tedio de Randy.

Quizás a alguien no aficionado a la lucha libre que la vea pueda escuchársele algún comentario en tono escéptico del tipo "eso demuestra que la lucha libre no es real y de antemano los luchadores se ponen de acuerdo para su rutina", sí, la película lo menciona, pero más hincapié hace en el desgaste físico irreversible que padecen en aras de dar un buen espectáculo para entretener a un público cada vez más exigente, que pide más contacto, más emociones, más violencia, más modos para desahogarse y aliviar un momento la tensión. Soportar golpes y caídas todos los días tiene un precio, uno que se paga pasados los años, en la intimidad y la soledad, que no alcanza a saldarse a pesar del cariño y reverencia que los fanáticos le guardemos a estos profesionales.

Desconozco si el director Darren Aronofsky, el mismo de Requiem por un sueño, Pi y La fuente de la vida, y el guionista Robert D. Siegel, que acaba de estrenar en Sundance su primera película dirigida llamada “Big Fan”, sean aficionados a la lucha o no, pero de que demostraron mucho respeto para retratar la problemática de sus exponentes no queda ninguna duda.

¿Y la música? Heavy metal ochentero y pesado, acompañado de una canción con una letra estupenda compuesta e interpretada especialmente para la película por Bruce Springsteen.

Sólo un pequeño detalle: la película llegará a los cines mexicanos hasta fines de febrero, así que para verla sólo hay dos opciones: bajarla de internet o conseguirla en el puesto pirata más cercano.

sábado, 10 de enero de 2009

¡Valen madre las buenas intenciones!

Perdí dos potenciales futuros donantes de riñón, es más, ni siquiera sangre de mi mismo tipo sanguíneo voy a encontrar a la mano, así es, me enoje con mi hermana y ya no dispondré de sus hijos para alguna futura emergencia médica. Ni pedo.

Y para acabarla de chingar, el primer pinche propósito de año nuevo que tenía ya se lo cargó la chingada, lo que me hace quedar como un pinche hocicón que no puede cumplir lo que se propone.

El enunciado tal cual era:

“1. Ser más tolerante con mis hermanas que cuando llegué a viejo no tendré a quien recurrir cuando necesite un riñón, un hígado o sangre de mi tipo.”

¡Y valió madres!

Pero es que en verdad, creo que sí es muy, pero muy cabrón ser hermano y llevarse bien con los fraternos y fraternas todo el tiempo.

jueves, 1 de enero de 2009

Algunas cosas por hacer en este año.

Ufff, 2008 ya terminó, y con él también se fueron todos los buenos propósitos incumplidos; algunos los comencé y los abandoné, otros los evadí posponiéndolos continuamente, unos cuantos no los quise hacer porque los consideré meramente enunciados por compromiso y otros de plano los olvidé hasta que me fueron recordados por familiares y amigos. Como sea, también cumplí bastantes a base de un tanto de disciplina, esfuerzo y constancia, y eso en verdad sí que fue difícil.

Dicho lo anterior, este año me he “propuesto” una lista de 20 cosas por hacer, pero excluiré todas las del tipo “ahorrar dinero” (porque ya lo estoy haciendo de poquísimo en poquísimo), “pagar deudas económicas” (porque también ya lo estoy haciendo pausadamente, tarjeta por tarjeta, préstamo por préstamo), “no despilfarrar dinero” (porque simplemente ya no tengo ni crédito ni dinero propio y lo que llevo ahorrado es ínfimo), “bajar de peso” (porque subo y bajo kilos peor que Bolsa de Valores), “hacer ejercicio” (porque forzosamente debo hacerlo para eliminar el dolor de mi espalda) y demás linduras por el estilo. Por cierto, me recomiendan que deje la Coca Cola, el café y los chocolates, pero simplemente esos ya son vicios. Ni modo.

En fin, va mi lista, sin orden de importancia ni calendarización:

1. Ser más tolerante con mis hermanas que cuando llegué a viejo no tendré a quien recurrir cuando necesite un riñón, un hígado o sangre de mi tipo.
2. Leer un libro al mes, completo, uno a la vez, nada de dejar varios con separadores y anotaciones que quedan pendientes y amontonándose en todos lados.
3. Buscar a los viejos amigos y recordarles que sigo vivo.
4. Escribir más seguido en el blog.
5. De vez en cuando ir al cine, no importa si sólo ó acompañado.
6. Practicar y practicar la fotografía y el retoque digital.
7. Aprender a bailar, eso sí que es difícil, bueno, al menos la vergüenza ya la perdí.
8. Golpear solamente el costal de box, nada más.
9. Recordar que los intelectuales son personas y no aventarles café hirviendo en la cara para acelerar su proceso creativo ni tampoco golpearles la cabeza tan fuerte, nomás levecito.
10. Aprender a hacer animación digital.
11. Tomar algún curso en la Casa del Escritor o la SOGEM.
12. Procurar ir a una que otra exposición artística o al teatro (verificar disponibilidad económica para esto último).
13. No golpear en el hombro ni la espalda a las personas después de saludarlos con la mano, que no todos resisten igual que los albañiles y los policías.
14. Actualizar más seguido el playlist del i-pod, que la computadora no tiene sólo 100 canciones.
15. Hacer un esfuerzo económico e ir de vez en cuando a una función de lucha libre.
16. Comprar más películas piratas de cine mexicano, pero de videohomes y setenteras-ochenteras de ficheras, cabrito western y demás de ese tipo. Cine cabrón, pero cabrón en serio.
17. Leer un poco más la Biblia (es en serio).
18. Hacer maquetas y demás modelos a escala, si no puedo gobernar una ciudad, al menos me crearé una. No importa que tan pequeña sea.
19. Terminar el montón de bocetos para pinturas, dibujos y demás proyectos que tengo arrumbados, poco a poco.

20. Ser un poco más paciente y tolerante.